martes, 8 de diciembre de 2009

Sentimientos de un Presbiteriano.

El 2009 fue un año de crisis: la crisis económica mundial, crisis de seguridad y hasta nos tocó vivir una crisis de salubridad (sin precedentes al menos para la mi generación). Sin embargo, en esta última entrada de 2009 quisiera enfocarme a una crisis latente en el mundo de hoy en día: la crisis moral.

No hablo de una crisis moral desde una óptica rigurosamente religiosa donde hablemos de pecado y ofensa a Dios. Lejos de eso, hablamos de una crisis moral en el sentido de que siento que cada vez se cuenta con un parámetro más difuso en torno al bien y al mal. Jugamos a ser morales con un manto que encubre intensiones ocultas y tratando de aparentar una fuerte moralina santurrona.

En meses pasados me tocó presenciar un acto de desplante dentro del propio templo al que asistía. No fue un desplante común para una comunidad presbiteriana (ya que nos jactamos de ser serios y reverentes incluso en ocasiones festivas), sino que fue un desplante atípico y que dejó en descubierto cientos de rencores y heridas latentes que estoy seguro que aún hoy en día sangran en los corazones de mis amados hermanos.

En aquella ocasión pusimos en mudo la voz misma de nuestra propia consciencia y nos permitimos, aunque sea por una vez, expresar como debe ser todas aquellas cosas que en el pasado nos han hecho daño y, aprovechando la vuelta, reclamarle a todos aquellos que por alguna u otra cosa nos han hecho una que otra trastada. Fue terrible ver, al finalizar un culto dominical, la consecuencia misma de viejas rencillas dentro de nuestro órgano nuclear de gobierno, que trascendieron de forma lamentable e inmadura hacia la vida misma de la iglesia.

Y quisiera hacer una pausa en este punto para plantear y analizar un poco nuestra doctrina presbiteriana. El prefijo presbi- dentro de la palabra presbiteriano, quiere decir 'anciano', es decir, que somos presbiterianos porque somos gobernados por un cuerpo colegiado de 'presbíteros' o 'ancianos' que toman decisiones de forma democrática. La cabeza de este cuerpo colegiado, llamado 'consistorio' es el Pastor de la iglesia, cuyas funciones, junto con las de los ancianos y diáconos de las iglesias están establecidas de forma clara y precisa dentro de nuestra Constitución.

Quizá en estos tiempos nuestro modelo presbiteriano de gobierno sea poco atractivo para las nuevas tendencias democráticas. Sin embargo, este modelo de gobierno no es ningún capricho sino que es inspirado en el Nuevo Testamento. La democracia es latente en todo nuestro modelo, al ser nosotros mismos, como miembros en plena comunión, quienes elegimos y revocamos a los miembros del consistorio.

Volviendo al punto central de este ensayo, a muchos nos tocó presenciar el desquebrajamiento mismo de una congregación. Definitivamente no era el primer desquebrajamiento, pero quizá sí uno de los más evidentes. Lo peor no fue el momento mismo del enfrentamiento campal sino el enfrentamiento que siguió después del mismo. Un enfrentamiento que puso aún más de manifiesto la ignorancia y odio (porque no se le puede llamar de otra forma) que tenemos entre nosotros mismos. En este enfrentamiento que duró meses, unos a otros se acusaban de no ser personas cristianas, satanizando (literalmente) las ideas del otro. Ante todo esto, nos quedó la duda ¿quién está bien y quién está mal? ¿Están mal los que se fueron, porque siguen intereses de un Pastor rebelde? o ¿están mal los que se quedaron, porque no se dan cuenta que están entrando a un juego en favor de manos extranjeras con intereses que no son cristianos?

El solo cuestionarse todo esto, debería causarnos terror y aún más terror debería causarnos el juzgar a nuestros propios hermanos de mil cosas que no son por el solo hecho de no estar de acuerdo con ellos y todavía más terror debería causarnos el pensar que estamos actuando bien. La conclusión a la que llego es que ninguna de las dos partes está bien, antes bien, todos estamos mal. Estamos mal al no escuchar lo que tiene que decir el hermano, estamos mal al no comprender ni querer comprender otras ideas, estamos mal al acusar al otro de no ser cristiano o de ser un falso profeta, a cuestionar inclusive su actuar profesional y poner en duda la integridad ética de todos nosotros y encima dar motivos o razones (obvio, en detrimento del resto) por los cuales uno está bien, y una vez que se fueron los incómodos o que nos alejamos de nuestro templo, con mil rencores de por medio ¿con qué cara cantamos 'Unidos, Unidos, en Tu Nombre Unidos'? Todo el razonamiento mediante el cual justificamos nuestra razón es una triste falacia, no estamos Unidos y preferimos un millón de veces estar desunidos a unirnos con los no cristianos. Sí, seguimos siendo un cuerpo, los otros no son de este cuerpo.

Hay una cosa que se nos olvida muchas veces: nuestra propia naturaleza humana. Ya lo dijo Jesucristo y lo dijo bien 'No hay un solo justo sobre la Tierra, ni uno solo'. ¿Por qué nos engañamos? Nuestra meta es precisamente buscar esa justicia y quizá nunca la encontremos, pero Dios nos regala la salvación a cambio de nada. Si Dios nos pone el ejemplo dando el regalo mismo de la redención que celebramos precisamente en estas fechas ¿por qué negarle a mi hermano ese regalo del perdón? ¿por qué continuar con rencores que no tienen sentido?

Todos somos cristianos, los que se fueron y los que se quedaron. El cristianismo no se mide por el actuar de una persona. El verdadero cristiano reconoce cuando se encuentra sumergido en el escorial y tiene la capacidad para pedir ayuda y salir limpio de ese escorial por medio de la gracia.

Entonces, hay que perdonarnos, unirnos y amarnos. Reprimiéndonos, cuando así sea conveniente, unos a otros con amor y no con odio o con sed de venganza. Seamos ejemplo para lo que fuimos llamados y no caigamos en satanizar al prójimo que está en desacuerdo, antes bien, aceptemos nuestros propios errores y pongámoslos en confesión, tengamos paciencia, dipolomacia e inteligencia para resolver nuestras diferencias y, sobre todo, respetemos las normas y figuras que nos rigen desde hace muchos años, siendo ejemplo además de obediencia y bendición para nuestro prójimo. No hablemos mal de nuestro propio hermano, porque al hacerlo hablamos mal de nosotros mismos como parte del ministerio mismo de Cristo.

No hay comentarios: