"Llamamos al pueblo de México, a los verdaderos hijos de la patria, a solidarizarse con estas justas demandas y con el SME. El patrimonio nacional debe ser defendido cueste lo que cueste, no permitamos que nos arrebaten lo que es nuestro"
Volante que está siendo difundido por el Sindicato Mexicano de Electricistas
Fuente: "Arranca SME campaña de Volanteo" Benito Jiménez, elnorte.com
La energía eléctrica es una parte imprescindible de la vida moderna e insumo primario para el desarrollo. Lo es porque la mayoría de las actividades que hacemos durante el día (incluyendo leer este blog) implican consumo de energía y porque gracias a ella podemos tener muchas de las cosas que tenemos hoy en día, incluyendo la ropa que usamos, la silla donde estamos sentados y hasta la comida que hoy comimos.
Qué valor no le dará la historia misma de nuestro país que ni siquiera la confiamos a manos privadas o extranjeras (en teoría), sino que hoy en día es suministrada por el mismo Estado mediante empresas públicas y utilizando bienes de propiedad pública. Pero no solamente se habla de un factor de hacer las cosas en casa, sino que podríamos deducir que el suministro de energía es tan lucrativo que ha superado décadas y décadas de adelgazamiento estatal y aún hoy siguie siendo un paradima mexicano el dejar este recurso en manos privadas.
Con la liquidación de Luz y Fuerza del Centro ocurren dos cosas: se vuelve evidente una vez más el paradigma del monopolio energético del Estado y se crea un dilema, quizá un dilema que supone un choque entre valores o ¿por qué no? un dilema que supone un conflicto entre antivalores.
El Origen del Paradigma Energético en México.
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¿Cómo solucionar este problema? Como se solucionaban los problemas en la tercera década del siglo XX, creando organismos públicos dedicados a brindar servicios a usuarios. Es así que el 24 de agosto de 1937 se creó la empresa paraestatal Comisión Federal de Electricidad (CFE), quien además de tener la ardua tarea de hacer que el suministro de energía eléctrica fuese acequible hasta en las comunidades rurales más alejadas, sería la encargada de administrar los bienes que permitían el suministro de energía eléctrica. Fue así que subistieron empresas privadas, que operaban bajo concesión gubernamental, con la paraestatal CFE.
En 1960, se toma un paso más en la nacionalización del suministro de energía eléctrica y mediante una reforma al artículo 27 constitucional se le otorga al Estado la facultad exclusiva para generar y suministrar energía eléctrica. Es así que comienza la liquidación de las empresas concesionarias a efecto de que solamente la CFE fuese quien brindara el servicio de energía eléctrica. Sin embargo, por cuestiones políticas y otros factores Luz y Fuerza del Centro, S.A. no pudo ser liquidada y es así donde una vez más el Estado de Derecho dobla las manos ante los intereses de algunos cuantos, modificando nuevamente el diseño constitucional, permitiendo la subsistencia de esta compañía privada ahora como un órgano administrativo descentralizado (LFE) quien, de forma simulánea, prestaría el servicio hombro con hombro con la también paraestatal CFE.
Evidentemente, al igual que ocurre con el sector de los hidrocarburos, la idea en teoría del diseño constitucional plasmado en el artículo 27 (quizá uno de los artículos que menos deja dormir a los neoliberalistas) es que la riqueza generada por el suministro energético (otrora la fuente non plus ultra de riqueza) fuera del pueblo y para el pueblo. Habrá que ver si no se han tergiversado los valores mismos de este diseño constitucional.
El Dilema de los Valores: Libre Competencia Vs. Autarquía Energética.

Sin embargo, es el momento preciso de reflexionar: ¿qué tan eficiente es continuar con el modelo de monopolio energético en nuestro país? A inicios de la séptima década del siglo XX, nacen los primeros razgos del neoliberalismo. Esta tendencia supone la supresión de aquellas tareas estatales que pueden ser hechas por manos particulares: recordemos la existencia en todo el mundo de empreas paraestatales encaminadas a la fabricación de toda clase de bienes y a brindar toda clase de servicios. Es así que el Estado se converte únicamente en un auténtico gendarme, únicamente presente para administrar lo que sólo él puede administrar: justicia, bienestar social, seguridad, etc.
El neoliberalismo, como todo en la ciencia política, cuenta con dos caras. Por un lado la cara negativa que supone que únicamente sobreviven aquellos que tienen las herramientas suficientes para sobrevivir y quienes no cuentan con estas herramientas quedan en el rezago como fallas de una sociedad progresista y emintentemente capitalista. Por otro lado, supone la competencia vista como un balance en favor de un mercado sano, con pesos y contrapesos que permiten el desarrollo y transferencia de nuevas tecnologías y de acceso a toda clase de bienes y servicios de forma cada vez más perfecta.
México optó por un sistema ecléctico entre el proteccionismo estatal y la libre competencia (quizá porque nuestra cultura es menos pragmática que la de los padres mismos del neoliberalismo). Es así que a pesar de la dieta que hizo perder kilos y kilos al parato burocrático mexicano, subsisten aún empreas como CFE y PEMEX, entre muchísimas otras, dedicadas a brindar servicios que en otros países son prestados por particulares. Como lo vimos en el primer apartado de este ensayo, lo anterior no es (en teoría) un capricho, sino el resultado mismo de una serie de abusos por parte de manos privadas. De esta forma México no dependería de ninguna ingerencia extranjera (otra vez, en teoría) para contar con servicios básicos de energía. No corresponde en este ensayo dar una respuesta a si el suministo de energía e hidrocarburos brindado por las paraestatales es de buena o mala calidad, sino solamente plantear la reflexión mencionada.
El dilema se despierta y sigue vivo: ¿qué tan eficiente resulta seguir sosteniendo esta tesis? La realidad es que la respuesta es difusa: por un lado vemos países que funcionan exitosamente trabajando con empresas de suministro eléctrico privadas y por otro lado, en el caso mexicano vemos día con día los constantes abusos de las empresas concecionarias de energía eléctrica: el caso de Gas Natural es el más evidente. Entonces la respuesta a este dilama se vuelve complicado y quizá indescifrable.
El Dilema de los Antivalores: Privatización Destructiva Vs. Sindicalismo Destructivo.

Pero ¿cuál es la otra cara de la moneda? ¿no será que ya estamos inmersos en este juego satánico de lucro personal en detrimento del mercado y del consumidor? Muchos han sido los escándalos mediáticos que se han dado en torno a la vida que llevan los líderes de los sindicatos que representan a los trabajadores de diversas paraestatales: desde instituciones de educación (recordemos a la profesora Elba Esther, cuyos abusos más que ridículos son lamentables y muchos sindicatos de trabajadores de universidades en todo el país que disponen de cuantiosísimos recursos a discreción), órganos de gobierno (como los sindicatos de los trabajadores municipales, estatales y federales) y empresas estatales (los casos para llorar de líderes sindicales de Pemex, que viven como grandes empresarios). Es así que de nueva cuenta, estamos inmersos en un dilema de antivalores cuya solución es más complicada que el primer dilema.
La Solución: Limpiar la Cloaca.
Tal y como ocurre en todas las situaciones que nos hemos planteado en este espacio, la solución a todo este embrollo está en la ética. Quizás Lázaro Cárdenas fue acertadísimo al fajarse los pantalones y hacer lo que en su tiempo era la solución, sin embargo, le toca a nuestra generación cuestionarse: ¿cuál es la solución? Las circunstancias son otras: vivimos en un mundo globalizado con serias crisis de desabasto y quizás las soluciones de Cárdenas no sean la solución hoy en día. Sin embargo, de entrada una cosa es evidente: hay que limpiar la cloaca llena de suciedad y opacidad que han dejado décadas y décadas de nepotismo y corrupción.
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