lunes, 11 de mayo de 2009

San Fútbol: Sublime Redentor del Hombre Moderno.

En días pasados pudimos palpar de forma más evidente el fervor regiomontano hacia el fútbol. La amenaza del descenso del equipo Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León a segunda división hizo que miles de seguidores estuvieran muy pendientes de los medios y, sin importar las medidas de prevención recomendadas por autoridades de salubridad, muchos de ellos se dieron cita en el estadio universitario para ver en grandes pantallas el desarrollo de un partido decisivo para sus idolatrados Tigres.


Lo anterior nos lleva a una serie de preguntas que son difíciles de contestar con precisión: ¿a qué se deberá este fervor por el fútbol? ¿cuáles son sus consecuencias? este fervor ¿es malo? ¿es trivial?.



Quizá la respuesta provenga de la naturaleza gregaria del Hombre. La necesidad del hombre de pertenecer a un grupo con el cual se identifica lo hace sentir protegido y seguro. Este fenóneno quizá (y digo quizá porque la antropología no es una disciplina que he estudiado a fondo) data desde los orígenes mismos del Hombre, cuando el pertenecer a un determinado grupo era cosa de vida o muerte y las personas tenían que estar unidas frente a las amenazas externas: animales salvajes, inclemencias del clima o inclusive otras personas pertenecientes a otros grupos. Esto hoy en día, por más increíble que parezca, no ha desaparecido, es así que hay lugares en donde existen enemistades profundas por diferencias religiosas, étnicas o ideológicas.


Este sentido gregario del hombre, necesariamente implica que deberá existir una diversificación frente a otro grupo, por lo que un elemento necesario para la saciedad de esta necesidad de ser gregario es la existencia de otro grupo diverso. El fútbol, pues, ofrece todos los elementos necesarios para saciar esta necesidad de pertenencia: grupos de personas, diversificados unos de otros, con un objetivo en común por el cual todos pueden contender, pero sólo uno ganar.



Mucho se ha hablado acerca de las consecuencias del fútbol: falta de atención en factores importantes como la educación, el trabajo, la política, etc; enemistades e inseguridad cerca de los estadios y, básicamente la enajenación de muchas pulsiones necesarias para trabajar, estudiar o interesarse en cosas quizá más trascendentes, sin contar la sobre explotación de los medios de mercadotecnia. Pero ¿qué es lo que deja el fútbol para que existan miles y miles de aficionados al menos en una ciudad como Monterrey? La respuesta es sencilla: entretenimiento con consecuencias aleatorias. Esto es, el expectador se entretiene al ver o escuchar un partido de fútbol, comentarios de expertos antes y después de los mismos y las reseñas y pronósticos de los campeonatos. Sin embargo, al final del día, el expectador puede disfrutar la euforia de la victoria: pretexto para reunirse y celebrar con amigos o sentir el sinsabor mismo de perder, lo que provoca frustración y tristeza hasta el llanto.



Considero que la trasencencia de una cosa es el resultado de la sublimación misma que le da el Hombre, así, el fútbol no es cosa trivial ni superficial. El fervor hacia una camisa, hacia un equipo y, al final del día, hacia una victoria hace que la vida de muchos hombres tome un sentido al menos durante 90 minutos. El problema viene cuando ese fervor se vuelve absoluto, descuidando los deberes y obligaciones que se pudieran tener o bien, que exista una enagenación tal que permita el desarrollo de conductas inadecuadas por el fútbol.

La industria del fútbol, como cualquier otra industria de entretenimiento da hogar y comida a miles de hogares mexicanos. Además de lo anterior, es bueno que las nuevas generaciones tengan como ejemplo a atletas que con disciplina y determinación lleguen a un objetivo.




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